jueves, 10 de junio de 2010





Todo se vuelve a inventar si lo comparto contigo.

jueves, 12 de noviembre de 2009


Me gusta que el despertador me despierte y volverme a dormir. Los baños largos y con espuma. El olor del embutido, rodar por la hierba, las peleas inocentes y amigables. Me encanta cambiarme de lado en la cama y descubrir las sábanas congeladas. Disfruto con la familia, con una buena clase en la que atienda y aprenda, con los libros que te enganchan y no te sueltan aún habiéndolos acabado. La lógica, los días de sol, arena y sal, encontrarme a alguien en el lugar menos esperado. Me gustan los nervios de esos que te ponen histérica, pero de alegría, siempre de alegría. Los sustos, las películas con las que terminas y te propones a ti misma volver a verlas para lograr entenderlas. Hacer la compra y poder coger las tonterías que quiera, de las que luego se quedan de por vida en la despensa. Un chiste bueno, y mirar al resto con complicidad para acordar una risa falsa cuando éste es malo. El sonido de la lluvia y su contemplación, revivir la infancia aunque sea viendo un capítulo de dibujos. Me gustan las tardes sin hacer nada, y en las que hay demasiado que hacer. El humo de una chuletada, la cera de las velas, el viento juguetón. Adoro ir a dormir sin sueño, aprender palabras nuevas, poner las últimas en práctica. Los pequeños recuerdos plenos de significado, la fotografía, la leche con mucho nesquick, las voces en versión original. Me gustan las risas escandalosas, originales, ridículas. Los besos de verdad, no de los que se dan al aire. Los chicles fuertes, descubrir nuevas capacidades, los viajes.
Me gusta la vida.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Pero te fuiste.

Recuerdo cada mañana con el amargo aroma del café recién hecho, los bollos recién comprados, las caras de recién despertados... El frío, algo tan importante en aquellas mañanas como lo era el sol, frío seco, del que te impide por completo caminar erguida. El sonido de la radio desde el salón, amenizando siempre a pesar de que la consideraba ruido infernal; y tu sonrisa, siempre presente tu buen humor dondequiera que fueras, hasta en nuestra última conversación, cuando ya sabías la próxima noticia que me darías. Recuerdo esas mañanas como si fueran las de hoy mismo, como si el tiempo no hubiera pasado, como si todavía estuvieras aquí. Las recuerdo, y te echo de menos, y me doy cuenta de lo que siempre te he necesitado, de lo importante que siempre fuiste para mí. Debí decirlo más, y por supuesto, demostrarlo más. No me bastaba con el tiempo que estábamos juntos, necesitaba más y nunca lo podía tener, y jamás lo volveré a tener. Y me duele, pero me consuela la idea de que sé que en el fondo siempre supiste todo esto, que no es amor en vano, que fue de las pocas cosas que no me guardé para mí…
Sé cuánto me quisiste, nunca hiciste ningún esfuerzo por ocultarlo, y no sabes cuánto duele saberlo.

martes, 10 de noviembre de 2009

Eso es así.

Soy incapaz de hacer cualquier gesto mínimamente fuera de lo común con la cara. No me doy cuenta de lo llena que estoy hasta que no queda más comida en el plato. No suelo cumplir con mis responsabilidades. Me encantan los idiomas, no estoy en ruso en vano. Mi voz tiene una tendencia enorme hacia la afonía y la masculinidad. Muchas veces el orgullo me ciega. Pienso demasiado para lo poco que actúo. Nunca seré cantante, y esa es mi labor humanitaria con el mundo. Cualquier cosa que me haya entretenido en algún momento, por tontería que sea, se merece estar en la pared de mi cuarto. La exageración forma parte de todas mis expresiones. Creo en las amistades de por vida, y más. No se me hace nada difícil conocer gente nueva, pero sí entregarme a ellos. Probé todas las actividades del colegio menos guitarra, y es algo que siempre he querido aprender. No creo que pueda, ni estoy muy segura de si debo. No suelo equivocarme con las personas. Siempre creí que tener los 17 sería la bomba, pero ya no lo tengo tan claro. Voy cumpliendo lo que prometo aunque sea años y años después. El ser tan mocosa me impidió aprender a respirar por la nariz, de ahí que me entre el flato hasta sin moverme. Por ahora, la memoria a largo plazo sigue intacta, en cambio tengo amnesia de lo reciente. No me gusta verme en un espejo cuando no lo tenía planeado. Este pelo de cotufa no hay por dónde cogerlo. Recuerdo cosas de antes de los tres años que nunca me ha contado nadie, por mucho que digan psicólogos y filósofos que es imposible. Viviría a base de zumo de mango, chocolate y alguna infusión que otra. Tiemblo cuando me tengo que sacar sangre, y no lloro por orgullo. Como muy bien dije el otro día, no creo en lo sobrenatural, pero no dudo de los que me lo afirman. No, no sé nadar “estilosamente”. No tengo nada preferido, sé lo que me gusta y lo que no. No es difícil satisfacerme con comida, ya que no diferencio soso de salado. Me callo tanto las cosas que a veces hago pucheritos sin motivo. Nunca desmentiré que yo vi el camello de Baltasar en mi cuarto. Tengo sofocos cual menopáusica. Me vicio todas las series existentes en internet. Suelo tener recaídas en morderme las uñas. Yo diría que tengo fobia a las multitudes, o por lo menos un gran agobio. Tengo un vecino loco que sólo da rienda suelta a su locura si está Julia en casa. Me comería un helado hasta en pleno círculo polar.