miércoles, 11 de noviembre de 2009

Pero te fuiste.

Recuerdo cada mañana con el amargo aroma del café recién hecho, los bollos recién comprados, las caras de recién despertados... El frío, algo tan importante en aquellas mañanas como lo era el sol, frío seco, del que te impide por completo caminar erguida. El sonido de la radio desde el salón, amenizando siempre a pesar de que la consideraba ruido infernal; y tu sonrisa, siempre presente tu buen humor dondequiera que fueras, hasta en nuestra última conversación, cuando ya sabías la próxima noticia que me darías. Recuerdo esas mañanas como si fueran las de hoy mismo, como si el tiempo no hubiera pasado, como si todavía estuvieras aquí. Las recuerdo, y te echo de menos, y me doy cuenta de lo que siempre te he necesitado, de lo importante que siempre fuiste para mí. Debí decirlo más, y por supuesto, demostrarlo más. No me bastaba con el tiempo que estábamos juntos, necesitaba más y nunca lo podía tener, y jamás lo volveré a tener. Y me duele, pero me consuela la idea de que sé que en el fondo siempre supiste todo esto, que no es amor en vano, que fue de las pocas cosas que no me guardé para mí…
Sé cuánto me quisiste, nunca hiciste ningún esfuerzo por ocultarlo, y no sabes cuánto duele saberlo.

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